Leyenda de la jacana (1° parte)



                                    Leyenda de la jacana 



Cuentan que en un pueblo perdido en las hojas gastadas del tiempo, en lo que ahora podría ser el litoral argentino, cierto día llegó una hermosa joven. Su cautivante figura y sensualidad, perturbó a los hombres del poblado.
Las gentes de este pueblo, eran, más bien conservadoras y respetuosos de sus costumbres. Trabajadores, honrados hijos, novios, maridos y padres, al igual que las pudorosas mujeres.
La confraternidad que se respiraba en cada quehacer pueblerino, era un patrimonio común que todos lo consideraban dado; nada podía perturbarlo.
La llegada de la nueva habitante, mostraría que no todo estaba dado, nada era inalterable, nada era para siempre.
La esplendorosa figura de la joven, enamoraba a todo aquel hombre que la veía; no importaba su edad, si era soltero o casado, todos quedaban subyugados por sus virtudes femeninas. Hasta el cura, en una ocasión que estaba tocando las doce campanadas del mediodía, terminó haciendo sonar las siete de la tarde, de no ser por el reproche de una ofuscada vecina, cuentan, que todavía estaría haciendo retumbar el badajo.
Como era de esperar, las mujeres del poblado, comenzaron a mirar malamente a la nueva vecina. La tranquilidad del pueblo, daba muestras de un creciente deterioro.
El curso de los acontecimientos se fue acelerando. La atractiva joven, accedía a las pretensiones de los enamorados hombres. Era tal el descontrol masculino, que las mujeres organizaron una reunión para encontrar una solución drástica.
Así lo hicieron: en una tumultuosa asamblea, decidieron una estrategia para hacer desaparecer a la descocada competidora. La invitarían al río, supuestamente a nadar, ahí la ahogarían y problema solucionado.
La única mujer que no había asistido a la reunión, era la hechicera del pueblo que se encontraba atendiendo una urgencia en el monte. Al volver a la medianoche a su casa, encuentra a la joven con su esposo.
Jasy, la hechicera, no dijo nada, la joven salió corriendo de su rancho, casi sin ropas, mientras el marido, trataba de dar explicaciones…
Al día siguiente, un grupo de mujeres, mostrando su mejor amabilidad, invitan a la joven al río a nadar y pasar un buen rato, esta accede entusiasmada, sin sospechar lo que le esperaba.




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