Prefacio
El escribir este libro me ha producido muchas sensaciones… pocas encontradas. Ha sido todo un placer, más que un desafío.
Seguramente, muchos lectores dirán que son solo cuentos, mejores o peores, cuentos al fin.
Pretensiosamente los llamo leyendas, más allá de las convenciones acordadas por expertos. Se preguntarán la razón de mi empecinamiento; muy simple la respuesta: son leyendas, tan leyendas como la que hace poco, mucho o muchísimo; alguien contó, otros repitieron y al final: otros escribieron y. tantos otros las creyeron y creen.
Aquí, con toda humildad, tienen el gusto de ser actores del primer paso, con la excepción de obviar el relato oral y pasar, sin trámites temporales, al escrito.
Si creen en ellas o no, eso no está en mi, solo en vuestras creencias, subjetividad y sentido de lo mágico, lo increíble…
¿Nunca se han puesto a pensar cuántas razones tienen menos razones que lo que aquí expongo…, los invito a preguntárselo?
Los hombres en este mundo caprichosamente humano, tienen historias. El resto no las tienen, con algunas pocas excepciones y únicamente por la decisión ignorante o sabia que algún hombre se propuso, eso sí, siempre subalternos a los designios antojadizos de los temporales y nuevos amos de este pequeño orbe.
¿Por qué no podemos hacer más extensivo el término HISTORIA¿Por qué las aves que nos acompañan desde antes que existiéramos, no pueden tener sus propias historias?
¿Por qué esas historias no pueden ser tan fantásticas como las nuestras?
Estas leyendas de algunas pocas de las más de nueve mil especies de aves, son una partecita de sus historias. Lo humano en ellas, es simplemente por vecindad y nada más ni menos que eso.
Si les digo que estas leyendas las he escuchado, no sé cuándo ni por boca de quién, ¿me creerían?, aunque no me crean, estoy casi seguro que fue así… tanto que al escribirlas, me parecía rememorar, recordarlas, como si la memoria me las fuera dictando.
Estas historias vienen de diversos tiempos. Lejanos para los humanos y cercanos para las aves, donde se mezclan piel y plumas, plumas y piel en el devenir de los tiempos, y sus gratos y más ingratos aconteceres.
En algunas, los hombres están bajo las patas de las aves; en otras, bajo las botas de los hombres, en otras, solo ellas.
Hay historias sin humanos, solo las aves con sus propios dioses, otras con los dioses del universo que no hacen distinciones de especies. Solo premian o castigan, como en definitiva es costumbre disciplinante de esos seres todopoderosos para mantener el macro–orden universal. Paradójicamente también pretenden que nada se vaya de su control divino, ni la última molécula con vida que ande por cualquier rincón de este infinito de grandes luces y sombras impenetrables.
Las leyendas, las historias, son para nutrir nuestro imaginario, vivir pequeños momentos de libertad que nos alejen de la supuesta racionalidad que unos pocos se ufanan en meternos, y muchos se las creen.
No puedo ocultar que este libro es un homenaje a esos seres alados: bellos, nobles, simples, frágiles y a la vez tan fuertes, que han perdurado a través del tiempo y acompañan la vida del hombre desde siempre a pesar del esfuerzo de ciertas ambiciones económicas que se empecinan en alejarlas. Las aves sobrevuelan no sólo paisajes, sino también nuestras vidas.
Es mi deseo que estas leyendas sirvan para darnos una pequeña isla temporal sin restricciones ocultas o expuestas. Sin distinguir fantasía de historia o de racionalismo.
Vivir, solo de eso se trata, nada más que eso; espero no sea poco.
José Luis Barreña
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